En la edición del año pasado elegiamos ‘La Permanencia’ como concepto, para la exploración y práctica de las diferentes propuestas corporales dentro del programa de actividades de SOMALab.
Haciamos tal elección por parte del equipo organizador como respuesta a una necesidad de sumergirnos y profundizar en otro tipo de dinámicas somáticas y de movimiento que nos invitaran a ‘parar’. Parar, aparecía entonces como un reto. Una frenada en seco ante el aumento, casi incontrolable de la forma en la que experimentamos la danza, y por ende, la vida.
Detenerse se covertía en un acto de rebeldía ante la inercia global. Esta se apropiaba de nuestras propias experiencias creativas y las aceleraba, sin dar lugar a la posibilidad de experimentarnos, permanenciendo en los caminos que emergen en los procesos.
La danza actual se impreganaba de estas inercias y estrategías sistemáticas resultantes, empujando al bailarín o coreógrafo a ser creador de sus propios productos, con una obsolescencia programada. Una deriva de esta situación generaba que la calidad del producto entonces, cualquiera que fuera su formato no se haciera en base al placer y el bienestar de crear, sino que buscaba un resultado y que ya tiene una fecha de caducidad, y que además empuja ignorar otras partes del proceso creativo que se desprenden de fenómenos mas esenciales dentro del proceso, como la investigación y el descubrimiento.
Haciamos tal elección por parte del equipo organizador como respuesta a una necesidad de sumergirnos y profundizar en otro tipo de dinámicas somáticas y de movimiento que nos invitaran a ‘parar’. Parar, aparecía entonces como un reto. Una frenada en seco ante el aumento, casi incontrolable de la forma en la que experimentamos la danza, y por ende, la vida.
Detenerse se covertía en un acto de rebeldía ante la inercia global. Esta se apropiaba de nuestras propias experiencias creativas y las aceleraba, sin dar lugar a la posibilidad de experimentarnos, permanenciendo en los caminos que emergen en los procesos.
La danza actual se impreganaba de estas inercias y estrategías sistemáticas resultantes, empujando al bailarín o coreógrafo a ser creador de sus propios productos, con una obsolescencia programada. Una deriva de esta situación generaba que la calidad del producto entonces, cualquiera que fuera su formato no se haciera en base al placer y el bienestar de crear, sino que buscaba un resultado y que ya tiene una fecha de caducidad, y que además empuja ignorar otras partes del proceso creativo que se desprenden de fenómenos mas esenciales dentro del proceso, como la investigación y el descubrimiento.